“Hay ciertas cosas que para saberlas, no basta con haberlas aprendido.” - Séneca
El Lunes 12 de Marzo a las 18:30 Hrs. me llamó un apreciado amigo: “Hola Feña ¿cómo estás? … ¿Podrías realizar unos talleres
de 10 a 17 Hrs. el miércoles, jueves y viernes de esta semana?" ¡Si, puedo le respondí! Por
cierto, no imaginé que mi respuesta me llevaría a una experiencia profesional que, me marcaría más allá de ese dominio y sería un aprendizaje increíble.
Y también una experiencia muy potente, energéticamente desgastador al límite, forzándome a expandir mi zona de comodidad más allá de lo que hubiera podido imaginar.
En concreto, el desafío consistía en realizar dichos talleres a dos grupos de jóvenes infractores de ley, internos en el CMN (Centro Metropolitano Norte) del SENAME en Til Til y condenados por hurto, robo, homicidio entre otros delitos. La misión, realizar un apresto en temas relacionales y de motivación personal, a través de dinámicas, ejercicios y conversaciones significativas con sentido para ellos que, les permitieran, enfrentar con éxito los Talleres de Oficio como mecánica, manejo de grúa orquilla, etc. que ellos debían iniciar a la semana siguiente.
MARTES 13 MARZO, 14:50 Hrs:
Al
día siguiente nos llevaron a conocer el recinto y especialmente a recibir
una inducción “express” sobre las
normas y recomendaciones, propias y previas al ingreso de un recinto penal, y sobre todo, de los cuidados y cómo manejarnos adecuadamente con los internos adolescentes.
Al subirme a la Van para ir a Til Til, me encontré con los otros dos colegas y compañeros de ruta en esta aventura profesional. En ellos descubriría más adelante, a dos geniales personajes,
a quienes me tocaría conocer y apreciar en lo personal y profesional: Yassim
Inojosa (Actor de profesión y gestor de cambio cultural desde la dirección general
de Tetraktys) y Jorge Olalla (Publicista de profesión, escritor, socio de Escuela
Chilena de Coaching y autor del Proyecto Social Seniors Chile). Los tres habíamos recibido la invitación a trabajar en el CMN, por medio de diferentes personas, y por esas sincronías de la vida, la aceptamos básicamente por la misma
razón: el tremendo desafío que ello significaba y el deseo de servir, incluso sin saber bien a lo que
realmente nos enfrentaríamos en los siguientes tres días.
EL CONTEXTO:
Para nosotros, conocer las
condiciones bajo las cuales íbamos realizar nuestro trabajo de facilitadores fue impactante: “…sin notebook, sin audio,
sin pizarra ni papelógrafo. Los celulares, encendedores, cigarrillos, objetos de valor o transformable en arma… estaban expresamente prohibidos de ingresar.” O
sea, ingresaríamos solo con lo esencial de lo básico: un cuaderno universitario para nuestras notas, una resma de papel A4, 1 plumón azul, 2 cintas mask-in-tape,
20 lápices de grafito color y B/N; y una botella plástica de agua sin gas (el
agua del CMN en Til Til no se puede beber).
Al
enterarnos de estas condiciones de trabajo, casi como un acto reflejo, los tres nos
miramos con incredulidad, luego vendría la angustia… ninguno jamás había
efectuado talleres en estas condiciones tan adversas. ¿Cómo haríamos lo que sabemos hacer sin los elementos que acostumbramos
a utilizar y además, en salas inhóspitas e inadecuadas? Tampoco teníamos un
requerimiento específico del mandante, ni menos tiempo para diseñar o iterar
algo apropiado. También, estaríamos los tres en “salas” separadas, solo nos
veríamos al termino de cada curso AM o PM.
A pesar de todo, igualmente para los tres la reflexión fue coincidente: “Ya estamos acá, es lo que hay y con eso
vamos a salir adelante, aquí los
importantes son ellos y no nuestro círculo de comodidad.”
MIÉRCOLES, JUEVES y VIERNES DE 10:00 a 17:00 Hrs.
En
el primer día de taller nos enfrentamos a las lentas y minuciosas revisiones de
rigor para poder ingresar al área interior resguardada – una revisión parecida a los aeropuertos, pero mucho menos glamorosa. Ya no había vuelta atrás, nos
debíamos hacer cargo y enfrentar el desafío de confiar en nosotros mismos, solo
podíamos apoyarnos en nuestra experiencia, en nuestra intuición, ganas de servir y de
aprender.
Al
final de la primera jornada del día miércoles - la más dura para los tres - nos contamos las
respectivas experiencias y situaciones vividas. Nos dimos apoyo, sugerencias y contención
mutua para enfrentar las dificultades de cambiantes circunstancias, ya que en
cualquier momento, se producían ausencias o cambios de conducta por la natural
inestabilidad que genera el encierro en los internos; la rabia y las emociones
contenidas producto de la frustración y desprecio que sienten “por el sistema” que de algún modo sin quererlo, nosotros al parecer representábamos. Ellos sienten que es el sistema los ha llevado hasta ese lugar; una creencia que tienen y que genera ese estado emocional inestable y condicionante. Los
profesionales del SENAME, nos decían: Son jóvenes que en la práctica solo conocen dos
emociones: la alegría y la rabia.
Así
y todo, pese a los escasos recursos que teníamos, nos dispusimos cada vez con
más foco, a realizar nuestra labor de la mejor manera posible. Cada uno por
separado y en salas aparte dentro del mismo recinto, decidimos enfrentarlos a
sí mismos y a que pudiera creer en sus capacidades como personas. Labor difícil sostener
por la precaria estabilidad dentro de la sala y también, porque la condición anímica de
uno o dos de ellos, condicionaban al grupo entero.
A pesar de todo, seguimos
dialogando, acercándonos y conversando con ellos, especialmente con los más interesados
en encontrar otras posibilidades. Por todos los medios, desde la sinceridad y empatía, buscamos motivarlos, mostrarles
que sí valía la pena levantarse e intentarlo y lograr su deseo más profundo y prioritario: recuperar su libertad. Y sobre todo, que tomaran conciencia que lo más relevante,
no era solo recuperarla, debían tener ganas de preparase para ser capaces de luchar
por no perderla nuevamente. “Porque el futuro no es algo que se viene,
es algo que se construye” – Jorge Olalla.
¡Y SI VALIÓ LA PENA!
Iniciado el primer día de taller, recuerdo mi preocupación durante esa mañana porque se me hacía eterna y comenzaba a transformarse en desesperación, al sentir que no lograba “llegar” ni interesarlos con mi mensaje, que
no lograba transmitirles lo que quería. Honestamente no se por qué, en un momento recordé una analogía que utilicé alguna vez, para intentar que pudieran entenderme; y les dije: “Miren… especialmente cuando uno ve todo oscuro, la mente es como un paracaídas… solo sirve, si somos capaces de abrirla.”
El día Viernes en la tarde casi al finalizar el último curso, les pido que hagan un dibujo sobre lo que
pudieron haber aprendido durante estos tres días, y que luego lo compartan. Carlos, uno de los más difíciles y
desinteresados, no quiso mostrarme su dibujo; pero el supervisor del SENAME - siempre había uno presente en sala por seguridad - al ver el dibujo, le dije: creo que deberías mostrárselo al
profe… y así lo hizo. Al ver su dibujo, me invadió una tremenda emoción, la que tuve que contener… y pensé: he tenido la experiencia de ser un aprendiz, y creo ha valió
la pena vivirlo, al igual que ellos. Carlos había dibujado un colorido paracaídas con la frase – “Voy a recuperar mi libertad”.
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