"Emitir juicios sobre otros es un arma de doble
filo, no tanto porque podamos equivocarnos en los juicios que haces de ellos,
sino porque podríamos estar revelando más de una verdad acerca de nosotros mismos.”
Hablar mal y a espaldas de otros, es una mala costumbre o hábito que lamentablemente encontramos en casi todas las organizaciones, y esta mala
práctica, tiene la característica de expandirse como un virus que termina
contaminando la cultura organizacional, si no se toman oportunamente las medidas para combatirlo.
Cualquiera que sepa de un agricultor que utiliza aguas contaminadas para regar sus hortalizas o frutales, pensaría que este sufre de un trastorno
mental, que está loco. Paradójicamente, cuando trabajadores y muy
especialmente, ejecutivos o jefaturas hablan mal y a espaldas de superiores,
pares o colaboradores, están precisamente haciendo eso: contaminando la cultura
organizacional con opiniones y juicios – casi siempre infundados – que
promueven la desconfianza y la desunión; dos aspectos claves para la
efectividad y el buen desempeño de cualquier organización.
¿Y si no tiene sentido, entonces por qué lo hacemos?
¿Qué puede motivar a una persona a hablar mal de otra, destacando o burlándose de su aspecto, decisiones, errores o forma de actuar? Por una parte, cada vez que esto ocurra y no hay consecuencias, esto sería una evidencia que se trata de una organización donde los liderazgos no tiene interés en cuidar la cultura organizacional; o sea, según la analogía agraria anterior, a sus líderes no les preocupa si la están envenenando o no.
Por otra parte, también sería un hecho que cualquier ejecutivo que tiene
ese tipo de comportamiento, en realidad, no estaría buscando mejorar el clima ni tampoco el
nivel de efectividad de su equipo; simplemente lo que está haciendo es elevar su propio ego e intentar sobresalir a costa de opacar o menospreciar a otro. Es decir, esta conducta tiene que ver con la baja autoestima, como
dijo David Fischman, “La fuerza del ego
equivale a la reacción que ejerce un resorte cuando es comprimido. Cuando el
resorte de nuestra autoestima está baja o comprimida, el ego trata por
cualquier medio de subirla, sin embargo, todos sus mecanismos siempre son
soluciones temporales de una valía y sensación de seguridad insustancial, nunca
llegan a elevar la autoestima”. Hablar
a espaldas y resaltar los errores de otros o no reconocer los propios errores,
son solo algunos ejemplos de ello. Según Fischman, la inseguridad y la baja autoestima serían el motivo más generalizado y la principal causa del "pelambre" al interior de las organizaciones.
Las opiniones personales o juicios
Creo que es importante aclarar y comprender que las opiniones o juicios son actos del habla, que a diferencia de las afirmaciones (por ejemplo, “hoy es lunes o son las 3 de la tarde”), los juicios no son una descripción de eventos o hechos comprobables. Los juicios (Por ejemplo, “Juan es un flojo”) equivalen a dar un veredicto y como tal, generan nuevas realidades, es decir, traen consecuencias en acciones y reacciones.
Otro aspecto relevante a tener presente es lo que se llama: la otra cara
de los juicios. Según Rafael Echeverría, Friederich Nietzsche nunca olvidó que “Toda
opinión es siempre dicha por alguien, y al emitirla, esta revela quién es, y
particularmente, revela la emoción desde la cual lo dice”. O sea, cuando
emitimos un juicio no solo hablamos del juicio mismo,
sino que también develamos quiénes somos. Si las
personas tuviéramos presente esta distinción, si fuéramos conscientes de eso,
con toda seguridad pensaríamos mejor las cosas antes de emitir juicios respecto
de otros.
Tres reglas básicas para combatir esta mala práctica
1. Respeto por el "legítimo" otro: Tener, cuidar y fomentar una conducta básica e indispensable en toda sana convivencia: respetar al otro, incluso ante la legítima discrepancia. Respetar y hacer respetar para que nadie se refiera de mala forma de otros, muy especialmente cuando la persona aludida no se encuentra presente.
2.
Compromiso con lo dicho. Antes de dar un opinión, asegúrese de que esta será un aporte a la
conversación, de lo contrario no lo haga. En cualquier caso, la opinión o
juicio siempre debe estar limitado al ámbito o dominio de observación en el que
se hace (por ejemplo, trabajo, familia, vida personal, etc.) y además, debe ser
una opinión fundada, es decir, contar con las evidencias que la sustenten. Por
ejemplo, “Juan es incumplidor en su
horario de llegada, este mes a llegado atrasado 5 veces”.
3.
Dar el ejemplo. Es el primer pilar de la gestión por coherencia organizacional y la principal
fuente generadora de confianza. Las dos primeras reglas difícilmente podrán funcionar si primero no se da el ejemplo. No se puede exigir a otros lo
que no somos capaces de brindar.
Resumiendo
Cuando en la organización se tolera la emisión de juicios infundados o hablar a espaldas de otros, se está beneficiando a la competencia. El pelambre envenena la convivencia y crea en la organización bandos de “buenos” y “malos” que finalmente deterioran la comunicación, lo cual crea un clima de desconfianza y debilita la efectividad de toda la organización. La idea es gastar las energías en mejorar la organización, generar un mayor bienestar, ser más efectivos y exitosos en superar a la competencia, no al revés.
Reflexionando
¿En qué aspectos de tu vida (personal o laboral) sería bueno cambiar o eliminar el hábito de emitir juicios infundados?
¿Qué tanto se cuida en tu equipo, el clima y la cultura organizacional en este ámbito?
¿Qué tanto se cuida en tu equipo, el clima y la cultura organizacional en este ámbito?