martes, 7 de julio de 2015

¡NO FUE CULPA MIA!

Esto... ¡No fue culpa mía! fue lo que publicó el crack de la "roja"; pretendiendo con ello no hacerse cargo de sus actos y, muy equivalente a la actitud que hemos visto en tantos políticos y autoridades involucrados en los bullados "Casos Siglas"; a mi juicio refleja muy bien nuestra cultura de la ambigüedad, esa del "nada es malo ni bueno, todo depende..." y también, refleja una buena parte de esa contagiosa enfermedad narcisista que nos afecta como sociedad de consumo, tan relacionada con el 'hacer y tener´ y casi nada con el 'ser'. 


En todo caso, ese comportamiento no debería extrañarnos tanto porque es la tendencia reactiva más común: el miedo a la vergüenza del escrutinio público y quedar en evidencia frente el entorno familiar, social o laboral; y que en la práctica se traduce en ese impulso de huída y evasión que en nada contribuye a la valoración de quienes actúan así.

Buscando una explicación al origen

El trasfondo que yo veo, es que nos hemos "comprado" un cuento donde solo vemos la parte negativa de reconocer nuestras faltas y errores; y con esa idea equivocada, creemos en la existencia de una fórmula mágica que nos permitiría eliminar de nuestra experiencia el fracaso; porque lo hemos asociado solo a la insuficiencia y al menos cabo personal y no, al poder del aprendizaje. Según el británico Ken Robinson, "Esta tendencia es una paradoja de la vida moderna, en la que buscamos aislarnos unos de otros, precisamente, a causa de los sentimientos que todos compartimos, incluidos el miedo al fracaso y la sensación de sentirnos incapaces e insuficientes, frente a la mirada de los demás".

Nos ha tocado vivir en una sociedad donde la perfección es la consigna y el éxito la imposición; donde para "ser alguien" es imperativo tener éxito, mantener un prestigio y una buena imagen a cualquier costo... "incluso cuando se ha visto comprometida la integridad de la esposa y de otras personas". En mi opinión, al interior de las organizaciones se evidencian conductas equivalentes, existiendo muchas veces esa falta de compromiso - o "accountability" - para asumir las consecuencias del propio comportamiento. Olvidando que dotar de entendimiento, promover la creación y cuidado de relaciones asertivas y saludables es una cuestión clave para poder a cuestionar dicho paradigma.

La cultura del exitismo es transversal, incluso la podemos notar desde la infancia escolar donde la educación está volcada al rendimiento, donde ser "exitoso" es sinónimo de tener, de ser competitivo y de ganar. Pareciera que hoy no preparamos a nuestros niños y jóvenes para el fracaso, es decir, como que no estamos educando seres humanos reales de carne y hueso, individuos; porque a muchos cuando el fracaso les toca a su puerta... se desploman, no saben que hacer, ni cómo reaccionar y muy probablemente, muchos de ellos dirían algo equivalente a un... ¡No fue culpa mía!

Vulnerabilidad: Aceptación y hacerse cargo

La prestigiosa investigadora y trabajadora social norteamericana PhD. Brené Brown, después de investigar por más de 12 años, ha hecho un novedoso aporte, que plasmó en su última obra "FRAGIL, el Poder de la Vulnerabilidad". Ahí concluye que las personas buscamos evitar u ocultar el fracaso, por miedo a la inseguridad y a pasar vergüenza.


Ella dice: "Lo que sabemos es importante, pero lo que somos lo es mucho más. El hecho de valorar más que implica dar la cara y mostrarnos tal cual somos, dejarnos ver implica atrevernos a ser más auténticos, imperfectos y vulnerables. La perfección no existe. Es la vulnerabilidad la esencia, el corazón y el centro de todas las experiencias humanas significativas".

Ser perfectos puede parecer muy atractivo, sin embargo, es una pretensión de inmunidad que en realidad no existe en la experiencia humana. Para crecer, aprender y superar las faltas y errores que cometemos - sean del tipo que sea - lo único relevante y duradero, es vivirlo, "salir al ruedo", tener la experiencia y enfrentarlo con valor y voluntad de hacerse cargo; involucrándonos en las consecuencias de nuestros actos. Por el contrario, la peor opción es rehuir, la negación, la justificación, el culpar a otros o a las circunstancias, porque esa alternativa solo termina mutilando el aprendizaje y la valía personal.

Resumiendo

Frente a nuestros errores la mejor forma de crecer y desarrollarnos es atrevernos a dar la cara y dejarnos ver, tal como somos con nuestros defectos y virtudes. Eso es vulnerabilidad, eso es atrevernos a arriesgarnos, a ser auténticos y genuinos como una persona digna y confiable, a pesar de los errores que podamos haber cometido. Una actitud así, sin victimización, demuestra una sincera y poderosa manera de aceptar, reconocer y aprender de nuestros fracasos o errores. Y lo más relevante, es que con ello, estamos generando confianza, credibilidad y relaciones auténticamente saludables con nuestro entorno; todos, elementos claves para aumentar la efectividad y el desarrollo de talento personal en cualquier ámbito personal u organizacional.

Reflexionado
  • ¿Cómo está el nivel de justificación frente a las faltas o errores en el equipo?
  • ¿Cuando incurren en faltas,  estas se castigan, se conversan o se ignoran?
  • ¿Cómo actúan las personas frente situaciones incómodas o inseguras?
  • ¿Qué disposición tienen para enfrentar riesgos emocionales?
  • ¿Cuál es el nivel de temor para expresar lo que realmente piensan o sienten?

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